Capitulo I
Ya no quiero vivir más, eso es lo único que sé. Cada día es más largo y todo es cada vez más gris, los caminos se cierran y la niebla se hace cada vez más intensa. El vivir para "salvar" a los demás me angustia ¿y quien me salva? Siento que cada paso que doy me acerca al infierno, pero ¿qué puedo hacer si es lo que ellos quieren?
Aún recuerdo como comenzó, todos creen que soy lo peor, que para mí es fácil, pero no jamás lo ha sido. Mi único consuelo es que cada alma liberada agradece mi forma de actuar.
Caminaba tarde por un lugar oscuro, por mi mente pasaban mil cosas, sólo el destino era quien me guiaba hasta allí.
Detrás de unos arbustos lo vi, botado y lleno de sangre, me acerqué y noté que sólo le quedaba morir. Decidí buscar a alguien para que lo ayudase, de pronto escuché como me llamó, lo miré y vi las convulsiones de su cuerpo, no sé como fue capaz de gritarme, pero lo más sorprendente fue cuando me habló y me dijo que lo hiciera, me pregunté: “¿hacer qué? “.
Era claro que moriría, lo importante era saber como.
Si seguía ahí tal vez agonizaría por 1 ó 2 horas y el dolor se haría cada vez más intenso. Su cara me hacia notar su sufrimiento y de pronto volvió a gritar y dijo: " eres mí revolver ", esas palabras no hicieron más que confirmar mi idea.
El lugar estaba vacío, caminé 4 metros y encontré un tronco, lo tomé y me dirigí hacia él. Sentí temor, pero luego lo olvidé y una extraña sensación me invadió, creo que se aceleraron mis pulsaciones, mis ojos no veían nada más que su cuerpo, me sentía sumamente eufórico y excitado al saber lo que iba a hacer. Dejé el tronco a dos centímetros de su cabeza y noté como se coagulaba la sangre que había perdido. Tomé un poco con mis dedos y pinté mis ojos, luego lo hice.
Tomé su cabeza y la apoyé en el tronco. Ya estaba todo preparado para mi acto. Primero vi su rostro y rogué a Dios por su alma, vi que el necesitaba que lo hiciera. Roté su cabeza hacia el lado derecho, medité por tres segundos, levanté mi pie y golpee certeramente su cuello con la planta de mi zapato. Él ni siquiera pudo gritar, pues en el momento en que quebré su cuello, murió. Lo hice descansar en paz, terminé con su prolongado sufrimiento.
Después de hacer esto me fui, muchas ideas comenzaron a llegar a mi cabeza, pero la que más me atrajo, fue saber que por fin había encontrado la misión por la cual dios me había enviado a este lugar, y esta era salvar almas del dolor y el sufrimiento, de algún lugar vendría la fuerza y sólo el destino me haría llegar hacia donde me necesitasen.
Maté hombres, mujeres y niños. Me hice diario visitador de hospitales, consultas psiquiátricas, centros sociales y de rehabilitación, incluso cementerios. Con el tiempo adquirí más poderes y ya no era necesario que me pidieran morir, podía sentir el dolor y el deseo, ahora sólo actuaba. Sé que hacia el bien.
También me hice frecuente visitador de hogares de acogida para mujeres, aquí conocí a Anabelle, una mujer a la que la vida jamás le había sonreído, cuando la maté tenia ocho meses de embarazo. Logramos hacernos amigos, pero siempre traté de mantener distancia, mi trabajo me impedía tener relaciones muy íntimas. Ella jamás me confesó que quería morir, pero por lo que había vivido era obvio que este era su sueño más anhelado.
Me contó que el bebe que esperaba era producto de una violación, que odiaba a ese ser que crecía cada vez más dentro de su cuerpo, que al mirar su abultado abdomen se acordaba del asqueroso que la había violado y de ese podrido día. Si ese niño vivía con ella, jamás lo amaría. Me habló de lo sucia que sentía. Yo sólo la escuchaba, jamás la aconsejé, pero todo hacia indicar que debía actuar, pues era obvio, en primer lugar tenia una mujer que había perdido el amor por la vida, odiaba al mundo y era totalmente infeliz, y por otro lado estaba el niño que llegaría a un mundo sólo a sufrir, donde no se le entregaría amor, sino que odio. En este caso fue adelantar mi trabajo.
La invité a salir, aceptó. Comencé a leer libros de muertes rápidas y compré algunas armas, medicamentos, venenos y tóxicos. La llevé a mi casa y le ofrecí algo de tomar, fui a la cocina a preparar la solución y la vertí en su café. Primero tomó una cucharadita muy pequeña, pero eso no bastaría para morir. Me dijo que tenía un sabor muy malo y asqueroso, le dije que se me había olvidado el azúcar. Tomé el cuchillo que estaba en la mesa, disimulé, al estar ella distraída di un certero corte en su muñeca, con la sangre que salió pude pintar mis ojos…. Ella se levantó de la silla y gritaba como endemoniada, no pudo escapar todas las puertas estaban cerradas. Tomé la taza y me dirigí hacia ella, le dije que no temiera, que todo esto era por su bien y el bien del niño. La tomé por la cintura y dirigí la taza con el líquido hasta su boca. Me costó un poco que la bebiera, pero el golpe que le di en su abdomen facilito la situación. La solté y comenzó a escupir y a agarrar su cuello con ambas manos, luego cayó al suelo y murió.
Me incliné a su lado, la persigne y luego dijo: “ya puedes descansar en paz”.
Hice un agujero en el patio de mi casa y la enterré, luego de este día jamás regresé ahí, me alejé del centro de mujeres y tuve que escapar de esta región, pues la policía me buscaba. La oscuridad se transformó en mi única aliada.
Mis ganas de morir crecían exponencialmente, pero no podía, el mundo aun necesitaba mi labor.
Viví todo este tiempo como un fugitivo, fui tratado como el peor de los delincuentes. Recordar que Jesús también había sido perseguido, hizo darme cuenta que lo mió estaba bien, me transformé en el hijo de Dios, pues yo era su mano en la tierra que estaba encargada de salvar almas perdidas en el sufrimiento.
Como olvidar cuando empuje a ese tipo a la línea del tren. Inmediatamente cuando lo vi llegar, olí su deseo de muerte, pero él no tenia la fuerza para hacerlo. Me senté a observar como estaba parado ahí, estuvo 10 minutos mirando el suelo, yo creo que buscando el lugar de donde poder sacar el valor para hacerlo, pero no lo encontraba. Lo llamé y se sentó a mi lado, conversamos mucho, luego vio el tren a lo lejos venir y me dijo que se debía ir, pero que lo más probable es que no llegase al lugar donde quería llegar. Primero le pedí un poco de sangre. Le entregué un cuchillo y cortó la palma de su mano, la puso sobre la mía, vi deseo de su parte hacia a mí. Inicié el rito, pinté mis ojos y me invoqué a dios. Él se fue en dirección a la línea del tren. Yo caminé tras de él, cuando se detuvo corrí, el tren ya estaba a pocos metros, le di una patada en la espalda y cayo en la línea ferroviaria justo en el momento en que el tren pasaba por ahí, lo arroyó, saltó mucha sangre, por suerte un poco cayó sobre mi cara. Miré al cielo, di gracias a Dios y corrí.
Comencé a preparar formas especiales para matar, ponerles un toque de arte y creo que en muchas ocasiones lo logré. Como esa vez cuando corte la cabeza de ese sujeto. Apoyé su cuerpo inerte en la muralla y entre sus dos manos puse su cabeza. Sus ojos dirigían la mirada hacia el lugar donde debía estar su cabeza y por sus manos chorreaba mucha sangre. Saqué un par de fotos, pues esta manifestación artística era única.
Me comencé a sentir sólo, mis plegarias hacia Dios ya no eran escuchadas, él no era quien me guiaba, talvez notó que lo superé.
Mi diario vivir se hacia cada vez más difícil, no podía estar dos días seguidos en el mismo lugar.
Todo hacia indicar, que me estaba transformando en un Dios. Escondido en el anonimato, lleve a cabo mi labor, entre callejones bajo la luz de la luna y las estrellas viví, ya jamás pensé en mí, me transformé en un ser sin ser, perdí mi forma de sentir, olvidé hasta como llorar y reír.
Mis viajes nocturnos eran cada vez más largos, caminaba horas y horas, dejando mi rastro de muerte por todos lados. En una de esas jornadas la vi, sentada sola en un rincón, inmediatamente me acerqué, pues pensé que necesitaba mi ayuda, logré que conversara conmigo. De pronto miré sus ojos y estaban plagados de un inmenso dolor, pero tenían algo más, un no sé que, esa mirada hizo sentirme persona después de muchos años, recordé que podía sentir, no podía entender lo que realmente pasaba por mí, lo fuerte fue cuando ella me confesó que deseaba morir, … y así comenzó todo…ella era Álida.
Por primera vez luego de muchos años, dudé en lo que tenía que hacer, ese día no pude hacer lo que ella anhelaba.
Me fui y la dejé sola, me contó que todos los días estaría ahí, así fue como cada noche entre la oscuridad y la soledad me aparecía por este lugar.
Me habló de su vida, y yo miraba sus labios, jamás me enseño una sonrisa, sus mejillas tenían un color celeste tan bello, cada día me gustaba más y encontraba nuevos detalles en su rostro, como por ejemplo sus cejas de color claro, sus parpados eran casi transparentes, su nariz era perfecta y me encantaba su voz.
Ella era menos persona que yo, sólo me hablaba de muerte y sufrimiento, hice algo que jamás pensé, le hablé de vida, de que con su aura podía llegar muy lejos, que pensara en un mañana mejor, pero nada la hacia cambiar su idea.
Ya llevaba 5 días sin salvar almas errantes, me estaba transformando en otro, por culpa de este ser que salio de la nada, pensé en cambiar mi forma de vida y dedicársela a ella, hasta último momento lo pensé.
Ella no tenía el valor para quitar su vida, si ella moría dejaría a muchas personas sufriendo, pero por alguna extraña razón ella jamás pudo ser feliz, lo intentó hacer muchas veces, pero la oscuridad de su mente era superior. Escapaba todas las noches de su hogar para meditar y tener un momento de soledad, hasta que me conoció, me vio como un amigo, yo la vi como algo más. Por más que trataba de hacerle entender, no podía, pensé incluso en pedirle que se transformara en mi ayudante, pero esas manos tan frágiles y esa mirada tan dulce serian incapaz de matar a alguien, ella era superior en este mundo.
Pasaron tres semanas con esta rutina, yo la extrañaba cada vez más, hubo días en que llegué antes que ella, sólo para poder verla una noche más.
Ese día yo desperté con una extraña sensación, miraba el cielo y este estaba rojo, me vestí y salí en busca de alguien, llevaba dos meses sin hacer nada, pero en verdad ya no quería, por primera vez en mi vida quería vivir. No encontré a nadie que necesitara. Se hizo tarde, más de lo normal, y la hora de nuestro encuentro por fin llegaba, me dirigí hacia donde ella, y la vi. Colgaba inerte de una cuerda, no podía creer lo que estaba viendo, estuve durante tres minutos sin poder moverme, veía su cara y pedía que por favor no fuera ella, pero si era, tenia la misma belleza de siempre, su hermoso pelo claro cubría el lado derecho de su rostro. Me acerqué tomé su mano y luego la baje, muchas lagrimas cayeron de mis ojos, le di un beso, tome un cuchillo e hice un corte en su cuello, bebí un poco de su sangre luego hice lo de siempre, tomé un poco con mis dedos y pinté mis ojos, finalmente me fui.
Luego de esto vi que este mundo no es para sentir, y volví a lo que jamás debí haber dejado de ser, “tu revolver”, con este hecho se produjo, la perdida de la ultima gota de sentimientos que quedaba dentro de mi corazón, mi sangre y mi amor se fueron con ella, volvieron mis ganas de morir y de matar.
Ahora soy el de siempre, volví para no irme jamás, además ahora nada me hará dudar, ya no siento y jamás lo haré, así es que si te encuentras sufriendo solo en algún lugar, y no tienes la fuerza para hacerlo, solo piensa en mí, y esas señales me harán llegar a ti y haré lo que tanto anhelas, ¡te mataré! por que no lo olvides,…yo soy tu revolver.
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